Viognier y Ull de llebre, como cada año, más precoces que el resto, ya nos muestran sus pequeños brotes. Éstos se irán desarrollando en altura y tamaño durante los siguientes meses hasta convertirse en sarmientos.
Al principio estos brotes son de consistencia herbácea y efímera. Pero cuando el crecimiento en altura y tamaño cesa, empiezan a acumular material de reserva, pierden la clorofila que les confiere el color verde y comienza la lignificación, es decir, que se convierten en madera.
Estos cambios que tienen lugar en los sarmientos – tallo largo, delgado, flexible y nudoso de la vid – son los que hacen que la vid sea un cultivo perenne. Proporcionan un soporte seguro a las yemas de invierno, que permanecen en letargo, hasta la nueva brotación.
Podemos decir que la vid es un cultivo perenne de hoja caduca, porque tendrá muchos ciclos a lo largo de su vida y en todos ellos perderá sus hojas.